25 de Umie, año 198

¡Menudo combate el de Aëstin! ¡Ha sido impresionante! ¡Y muy rápido! La verdad es que después de ver lo que he visto no sé si debería nombrarle a él mi segundo de a bordo, pero tengo bien claro que si le gané en nuestro enfrentamiento fue por pura suerte.

Esta mañana, bajo un Sol radiante, hemos partido hacia el extremo oeste de la isla, hacia la cueva donde habita Glowbown (así es como llaman a la bestia). Aëstin, equipado apenas con una ligera pechera de cuero y sus dos flamantes dagas, marchaba al frente del batallón con la mirada bien alta y paso firme. Llegamos antes del mediodía.

Mientras Aëstin seguía avanzando hacia una enorme entrada de cueva, nosotros nos quedamos a una distancia prudencial. La tensión se podía notar en el ambiente, no se oía absolutamente nada más que los pasos del semidragón, y por un momento llegué a temer por la vida de mi amigo.

Aëstin, cuando estaba cerca de la entrada, se sentó en el suelo para sorpresa de todos nosotros, y como era de esperar, la bestia salió de su madriguera al notar al intruso. Cuando asomó su enorme cabeza pude oír algunas palabras de temor entre la tripulación del petirrojo, pero el semidragón permanecía en el suelo sentado, impasible a la presencia del animal, el cual iba acercándose cautelosamente hacia él, rodeándolo, oliéndolo, gruñendo y arañando el suelo a su paso con sus enormes zarpas. Una vez hubo tanteado a su adversario, dio un enorme salto con las fauces abiertas dispuesto a acabar rápidamente con aquello y, de paso, llenar un poco el estómago. Cuando impactó contra el suelo, levantando una gran polvareda, mi corazón se congeló. ¿Había alcanzado a Aëstin?

Al disiparse aquella nube de polvo pudimos comprobar aliviados que el semidragón estaba bien. Había esquivado el golpe de su oponente en el último momento. Ahora estaban ambos enzarzados en una rapidísima pelea en la que Aëstin parecía volar, ya que apenas podía seguirle con la mirada de lo veloz que se movía. La bestia, atónita, apenas podía moverse del sitio. Lo único que podía hacer era intentar esquivar los continuos golpes que Aëstin le lanzaba desde todos los costados a una velocidad de vértigo, haciendo bailar sus dagas de una forma fluida y magnífica que nos dejó a todos atónitos. Además, con el reflejo del Sol en las mismas y la velocidad del semidragón, se creaban dos pequeñas estelas de luz que dibujaban en el aire artísticas figuras llenas de giros y volteretas. Sin duda, fue un espectáculo digno de ver.

La bestia lanzaba inútilmente zarpazos al aire, girando sobre sí misma, intentando descubrir la posición de Aëstin. Sus poderosos rugidos enfurecidos y seguros pronto pasaron a ser débiles y temerosos, y mientras, cientos de golpes eran descargados contra él provenientes de todas partes. Al poco tiempo, la criatura se tumbó en el suelo encogida y temblorosa, adoptando una posición de defensa. En ese momento, Aëstin apareció justo en frente de ella, cara a cara, a apenas unos centímetros de separación entre nariz y hocico, con las dos dagas enfundadas, los brazos cruzados y una cara impasible, y clavó sus ojos desafiantes en los de la bestia. Ésta, le devolvió la mirada gruñiendo, pero unos segundos después salió gimiendo lastimosamente hacia su cueva, presa del miedo. Entonces, Aëstin se dio media vuelta, caminó hacia nosotros con la misma postura, y cuando llegó a nuestra altura dijo:
― Ya podemos irnos. No creo que vuelva a acercarse al pueblo.

Y acto seguido, ante la atónita mirada de los presentes, emprendió la marcha de vuelta a la ciudad mientras los piratas le iban haciendo un pasillo para que pasase. Ni siquiera Yonhas fue capaz de articular palabra al respecto. Pasaron unos minutos hasta que pudimos reaccionar, y la ovación que recibió fue la más grande y merecida que he escuchado en mi vida. De hecho, fue traído de vuelta al pueblo en volandas, y esta noche será la fiesta correspondiente en la taberna.

Más tarde, en un ambiente más íntimo y a causa de mis continuas preguntas sobre sus movimientos y su velocidad, Aëstin nos contó de forma resumida cómo adquirió esa destreza con las dagas.

Todo empezó en la guerra de los alados. Los dragones y los yawes iban perdiendo la guerra, pero sus investigadores lograron de algún modo dotar a los alados de la capacidad de transformarse en humanos, de modo que pronto las filas humanas se vieron repletas de espías alados. Una de estas espías draconianas fue la madre de Aëstin.

La misión de su madre era la de permanecer al lado de uno de los capitanes más importantes del ejercito humano, y extraer toda la información que pudiese sobre él en provecho de la gente de su raza. Pero tras años de convivencia, aquella dragona acabó enamorándose de aquel capitán, y de este modo nació Aëstin, mitad humano, mitad dragón.

Los alados no tardaron en enterarse de este hecho y contactaron con la espía, dejándole bien claro lo que debía hacer: si quería salvar su vida, debía acabar con la vida de su enamorado y de su propio hijo. Como podéis imaginar, no hizo ninguna de las dos cosas. En vez de eso, mandó a Aëstin junto al que fue su maestro en su juventud, ya que era la única persona en la que podía confiar plenamente puesto que dicho maestro, ya retirado, había perdido el contacto hacía ya muchos años con los alados por pequeñas discrepancias, de modo que vivía al margen del pensamiento y del odio hacia los humanos que los alados les profesaban. Después, escribió una carta a su amado explicándole absolutamente toda la verdad, aunque no le dijo qué hizo con Aëstin, y marchó junto a los alados para afrontar valientemente su destino. De este modo, Aëstin fue odiado tanto por humanos por su parte draconiana, como por alados por la traición de su madre.

El maestro crió y cuidó de Aëstin como si de su propio hijo se tratase, y le enseñó todo lo que sabía. Le enseñó a luchar, a valerse por sí mismo, a analizar fríamente las situaciones, a pensar y, sobretodo, a respetar la vida de todo ser viviente. Así, su maestro lo convirtió en un rondador de la noche.

Los rondadores de la noche eran unos adversarios terribles. Se caracterizaban por ser muy ágiles, veloces, silenciosos y hábiles, y por llevar un equipo muy liviano. Eran expertos en el combate cuerpo a cuerpo y en actuar sigilosamente, evitando ser descubiertos por los enemigos. Se decía que eran capaces de manejar cualquier tipo de arma, y un solo rondador de la noche era capaz de acabar con un ejército entero en un abrir y cerrar de ojos. Sin duda, viendo lo que he visto esta mañana, no creo que estas palabras sean para nada exageradas.

Tras finalizar su formación y alcanzar la mayoría de edad, se dedicó a recorrer el mundo, pero siempre fue un inadaptado entre los humanos y, por supuesto, jamás se acercó a los alados, ya que eso le hubiese supuesto la muerte, así que se convirtió en un solitario.
― Pero si fuiste repudiado por alados y por humanos, ¿cómo es que acabaste siendo guardián de Ybuflow en la Wind Island?-, pregunté intrigado.

Los alados al final descubrieron el paradero del hijo de aquella traidora, pero para entonces éste se había vuelto muy fuerte, demasiado. No por nada había sido entrenado por el mejor rondador de la noche de todos los tiempos, de modo que no tenía sentido matarle, ya que les podía ser de mucha utilidad. Por aquel entonces la guerra ya estaba llegando a su fin, y el pacto entre alados y humanos era inminente.

Cuando por fin dieron con Aëstin, le propusieron convertirse en guardián de una fuente de energía, de modo que redimiese toda la culpa de su madre y, así, ser aceptado de nuevo entre los suyos. Aëstin, quién no tenía nada ni a nadie aceptó. Por supuesto, entre los alados hubo muchas quejas y protestas, pero dadas las circunstancias en las que se encontraban no tuvieron más remedio que permitir que Aëstin se convirtiese en guardián.

A lo largo de los años que pasó en la Wind Island, Aëstin ha desarrollado y perfeccionado las técnicas que su maestro le enseño, y ha creado otras nuevas que le permiten aprovechar al máximo su condición de híbrido. Aún así, fue derrotado por mí y, al verse de nuevo sin nada, decidió que me acompañaría allá donde yo fuese, dedicando su vida entera a mi causa. Debe haber sido una vida muy dura.

Tras la charla, Escarlata y Aëstin se han marchado a hacer sus cosas y aquí estoy, escribiendo con pelos y señales los acontecimientos que suceden a nuestro alrededor.

Mañana, aprovechando que es día de desagüe de la isla, parte de la tripulación de Yonhas partirá en busca de criaturas para Escarlata y para mí. En el momento en que regresen, tendremos que enfrentarnos a dichas criaturas, sean cuales sean, así que supongo que antes de la fiesta me iré a observar más aves a ver si logro descubrir algo que me sea de utilidad de cara a mi combate.

3 comentarios:

Eglomer dijo...

Este capítulo cuando lo escribí hace tiempo pensé: "seguro que este combate le encanta a Malfuin", y así lo hice saber en su web "Frontera de Medianoche". Compañero, espero que disfrutes este capítulo y que te anime un poco en estos momentos tan duros. Va por ti ^^

Anónimo dijo...

Digno de Aestin, sin duda. Era de esperar un combate brillante y limpio^^
EGLOMER! KEREMOS +! Realmente, la historia es MUY buena!
y Mafy, aunq no t sirva de muxo... ánimo :)

Malfuin dijo...

Muchas gracias, me ha encantado ^^ Aëstin es un gran personaje y desde que he visto sus armas más... Además, ahora le comprendo mucho mejor.

Es un gran capitulo, gracias en serio.

Y también a Akari... Si me sirve ^^