04 de Sishira, año 198

¡Por fin he podido recuperar mi diario! Con las prisas y los nervios del momento se me olvidó apuntarme dónde lo escondí, así que me ha costado un poco más de lo que pensaba encontrarlo. Pero bueno, ahora que ya lo tengo de nuevo entre mis manos, contaré todo lo que ha pasado tal y como dije.

Bueno, la tarde del día 1 de este mes, nuestro escuadrón marchó con Escarlata al frente derechos al lugar donde todos los estudiantes estaban atrapados. Éramos cerca de un centenar de voluntarios y la verdad es que fue todo un espectáculo ver irrumpir a tanta gente dentro de aquel edificio después de volar por los aires medio muro exterior (cortesía de Escarlata), destrozándolo todo a su paso, apaleando guardias y dispersándose para crear el caos más absoluto. En un principio hasta tuve esperanzas de ganar aquel asalto, pero en el momento en que sonaron las alarmas, empezaron a salir cientos y cientos de guardias de todas partes y en apenas diez minutos caímos todos presos.

Nos condujeron junto al resto de estudiantes de la academia, los cuales parecían muy deprimidos, puesto que acaban de capturar a su última esperanza. La verdad, jamás me hubiese imaginado una prisión semejante. En contra de las típicas celdas con barrotes que yo imaginaba, nos metieron en una sala enoooooooooooooorme donde a cada uno de nosotros nos sentaron y ataron en una extraña tumbona metálica en cuya cabecera había multitud de luces de todos los colores. Debido a la forma irregular de la tumbona, la espalda se veía forzada a una posición nada cómoda y al poco tiempo empecé a dejar de notar mis extremidades, por lo que me obligué a moverlas cada cierto tiempo para evitar la parálisis total.

Ya bien entrada la noche, aparecieron un par de guardias y se llevaron a Escarlata de la sala. Por lo que me pudo contar ella después, la condujeron frente a Drowzan, quien quería saber si aquel “ataque de mierda” era todo lo que tenían contra él. Por supuesto, Escarlata aguantó las patadas, bofetones y puñetazos que le estuvieron dando durante un tiempo, pero luego no pudo más, se derrumbó y llorando le confesó que sí, que aquello era todo lo que pudimos reunir, porque la mayoría de la gente que estaba con nosotros se asustó con el ataque nocturno del otro día. Trowzan pareció quedar conforme con aquella respuesta, y con una sonrisita mandó que la llevasen de vuelta a su “celda”. Cuando la vi aparecer por la puerta, apenas podía andar ella sola, tenía la cara hinchada y amoratada, y posiblemente algún que otro hueso roto.

Al rato apareció ese asqueroso y rechoncho hombrecillo acompañado de un tipo alto y musculoso que reconocí como aquel que me agarró cuando estuvimos rescatando a Escarlata de la hoguera, y un silencio sepulcral se apoderó de toda la sala. Trowzan y el hombretón se acercaron a un panel con luces que había en un lateral.

― Adelante-, dijo Trowzan.

El hombretón asintió, tiró de una palanca del panel y la sala se inundó de gritos terribles, desesperados, suplicantes, llorosos… Al principio no supe qué estaba pasando, pero pronto un súbito e intenso dolor se apoderó de todo mi cuerpo y viajó de un lado a otro de mis adormiladas extremidades, provocando que gritase y me retorciese de dolor como jamás lo había hecho hasta entonces. Notaba como algunos de mis músculos se desgarraban a causa del paso de lo que más tarde supe que era electricidad.

No se cuanto tiempo siguieron torturándonos sin piedad, puesto que perdí la noción del tiempo y a punto estuve de olvidar hasta mi propia identidad. De lo único que pude darme cuenta fue que los gritos que se oían cada vez eran menos, puesto que la gente iba cayendo inconsciente, y del agrio y pestilente olor a carne quemada. Fue horrible. Incluso ahora, días después, sólo de recordarlo mis músculos se resienten. Una vez Trowzan se cansó de vernos sufrir, él y el hombretón salieron de la habitación, y yo caí dormido presa del cansancio y del dolor.

Cuando desperté era ya casi de noche, y nos estaban colocando a todos en una gran explanada, encima de un entablado de madera. Nos colocaron de rodillas, y colocaron nuestras muñecas y nuestras cabezas en un yugo (dos piezas de madera unidas por una bisagra que se cierran dejando tres huecos para inmovilizar muñecas y cuello). Vi a Aëstin de refilón y pude comprobar, aliviado, que parecía estar bien. Escarlata pasó por delante de mí conducida por dos guardias, y cuando estuvo a suficiente distancia susurró algo que me dejó helado… “han cambiado el sitio”. ¡El muy cabrón de Trowzan había cambiado el lugar de la ejecución! Ahora sí que estábamos perdidos, puesto que el plan inicial era realizar un ataque suicida contra la fortaleza para hacer creer a Trowzan que nuestro ataque ya se había llevado a cabo, y luego, al día siguiente, ser rescatados por los demás escuadrones aprovechando y confiando en que Trowzan bajase la guardia. Pero por lo visto no se lo acabó de creer y estábamos todos en un buen aprieto, ya que el resto de gente desconocía nuestra situación actual, y para cuando la descubriesen ya sería demasiado tarde.

Con el paso del tiempo se fue acumulando más y más gente alrededor del gran entablado, aunque a mí, la verdad, no me importaba ya nada. Estaba pensando en cómo había sido mi vida, en las cosas que había hecho y dejaba sin hacer, en mi gran amigo Cid, en mi familia y amigos… y después de todo, no había llevado una mala vida, así que cuando se hizo el silencio y subieron al estrado tantos verdugos como prisioneros éramos, decidí que moriría orgulloso de mí mismo y de mis actos, y levanté orgulloso la cabeza contemplando al gran gentío que se había aglomerado allí.

Los verdugos, ataviados con capuchas y grandes hachas, se colocaron marcialmente a nuestro lado derecho, y un tambor empezó a sonar en la lejanía. Oí entonces la voz de Trowzan muy difuminada, de modo que sólo pude escuchar palabras sueltas como “brujería”, “el mal”, “erradicar de raíz”… y cuando Trowzan calló, el tambor empezó a redoblar fuertemente, y a una señal, se silenció y sólo se oyeron los filos de las hachas cortando el viento hasta que chocaron contra los candados que nos mantenían presos… … … … ¿los candados?

Durante un segundo todo el mundo permaneció completamente quieto, asimilando lo que había sucedido. Los presos nos pusimos de pie, estupefactos, y un grito de guerra proveniente de Escarlata surcó los cielos. ¡No lo podía creer! De algún modo, los demás escuadrones habían descubierto el cambio de situación, se habían deshecho de los auténticos verdugos y se habían infiltrado para liberarnos. Más tarde supe que fue gracias a Zippo el que lo descubriesen, ya que él no había sido capturado en el ataque de despiste, y vagó a sus anchas por la base enemiga recopilando información. “Casi me arrancó la pierna de un bocado por no querer seguirle”, me dijo uno de los jefes de escuadrón. Le debemos la vida a ese pequeño peludo verde, así que un día de estos lo voy a recompensar cocinándole el mayor pescado que haya podido comer en su vida.

Trowzan, al ver frustrados sus planes, no se hizo esperar, y pronto lanzó contra nosotros toda una horda de fieros guerreros que estaban a su servicio y empezó la verdadera batalla. Los ciudadanos huían despavoridos, los rebeldes nos agrupamos y los enemigos pronto nos tuvieron perfectamente rodeados. Tal y como lo planeamos. Nos lanzamos todos al ataque, los falsos verdugos con las grandes hachas y los demás con las armas que éstos nos habían proporcionado. La verdad es que yo no soy muy hábil en el combate, y menos con un tridente, que es lo que me tocó a mí, pero cuando está en juego tu vida descubres habilidades que jamás hubieses imaginado tener.

Por doquier había sangre, gente herida, hechizos volando de un lado a otro, miembros mutilados, gritos de dolor y de victoria, y pese a que derribábamos a muchísimos adversarios, no cesaban de llegar más y más, de modo que busqué desesperadamente a Escarlata.

Mientras la buscaba, un armario de dos por dos fijó su vista en mí, y me lanzó un mandoble que partió mi tridente por la mitad y me hizo caer al suelo. Desesperado, tanteé el firme entre los pies de los combatientes que allí había en busca de un arma, y mi mano dio con la fría empuñadura de una espada con la que me defendí y derroté a mi adversario. ¡Y aquella espada resultó ser Ibuflow! Pero, ¿cómo? Bueno, eso ahora no importaba. Urgía más encontrar a Escarlata.

Cuando la encontré, no hizo falta decir nada. Me miró y asintió, y acto seguido el cielo se vio iluminado por un resplandor rojizo. A los pocos minutos nuestros enemigos se vieron acorralados entre dos frentes de rebeldes armados hasta los dientes y con sed de sangre. Aún así nos plantaron cara, pero cuando vieron que era inútil, uno tras otro empezaron a depositar sus armas en el suelo y a rendirse suplicando clemencia.

Trowzan, viéndose derrotado, emprendió su huída a caballo, y Escarlata se fue tras él. Yo no noté su falta hasta que acabamos de amordazar a todos los prisioneros que hicimos, y para entonces ya estaban muy lejos de allí.

Pasaron las horas (que yo pasé durmiendo y reposando mis heridas junto con Zippo) y Escarlata no aparecía, de modo que al amanecer decidimos crear un grupo de rastreo e ir a buscarla. Seguimos el rastro de pisadas de caballo que se dirigían hacia la costa, y cuando llegamos allí no vimos más que un enorme agujero negruzco en el suelo de la playa que sin duda lo había hecho un poderoso hechizo, pero de Escarlata no supimos nada. De hecho, hoy en día seguimos buscándola por toda la isla, aunque muy posiblemente haya muerto en la tremenda explosión que debió provocar en la playa. Y Trowzan lo más probable es que muriese con ella, aunque también cabe la posibilidad de que escapase.

Volvimos a la aldea de Ízenwii a seguir descansando, y una vez reposados y bien comidos, Aëstin, Zippo y yo visitamos fugazmente la ciudad en busca de algún astillero capaz de reparar nuestro barco. Por suerte encontramos uno, y en pago a haber ayudado a desterrar a Trowzan de la isla nos dijo que nos regalaba la reparación. ¡Genial! Porque no teníamos ni un solo doblón para pagarle. Después de eso nos unimos a los grupos de búsqueda que continuaban buscando a nuestra amiga.

A la par que buscábamos a Escarlata, pasamos cerca de donde escondí el diario, de modo que yo me entretuve un poco buscándolo (así como unas tres horas). La próxima vez que lo esconda, dejaré alguna marca o me haré algún mapa, porque me ha costado muchísimo encontrarlo. La búsqueda de Escarlata fue menos fructífera que la mía. Y con este ya hace dos días que desapareció. Nosotros continuaremos ayudando a las patrullas de búsqueda durante seis días más, hasta que nuestro barco sea completamente reparado. Una vez arreglado, partiremos, aunque me gustaría despedirme de esta simpática bruja (o de lo que quede de ella) antes de marcharnos. A fin de cuentas, somos amigos.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Q GRANDÍSIMO HIJO DE PUTA!
KIEN SE HA CREÍDO ESE ESTÚPIDO CAVERNÍCOLA?
PRETENDÍA FREIROS Y LUEGO COLGAROS!
CABRONAZO....
EJEM.... KIEROD ECIR: ME ALEGROD E Q YA ESTEIS A SALVO, Y ESPERO Q ENCONTREIS A ESCARLATA, ME HABIA CAIDO BIEN LA MUY BRUJA:p
WENO, AKI SE CONFIRMA Q UE LA UNIÓN HACE LA FUERZA.
ÁNIMO TROPA! STAMOS TODOS JUNTOS EN ESTO!!!!!!!!!

Nemârie dijo...

Oye!!!! Y la bruja??? Me cae bieeeen!!!!!! Kiero q vuelva!!!!! ¬¬ :P

Anónimo dijo...

Que guay Zippo os a salvado es el mejor.
I TROWZAN me da asco es un idiota mira que freiros .
I de Escarlata que no haya muerto por que me cae muy bien esa bruja.
De tu nuevo y pequeño amigo.