El Misterio del Tesoro Submarino (6)

CAPÍTULO 6
PELIGROS MARINOS

Hacía un día espléndido. El brillo del sol en el mar era deslumbrante pero hipnotizador. Me mareé un poco del olor salado tan fuerte. Rubén, que sabía llevar barcos porque trabajó un tiempo de pescador, puso los motores en marcha y partimos.

De repente estalló una gran tormenta sobre nosotros. Tardamos un poco en llegar ya que nos desviamos un poco por el oleaje. Nos pusimos los trajes de buzo. La verdad es que estábamos muy asustados ya que el mar estaba en muy malas condiciones. Pero habíamos llegado muy lejos para rendirnos ahora.

Nadie quería lanzarse el primero y nos mirábamos unos a otros esperando a que alguien se decidiera. Viendo que nadie se atrevía decidimos que lo mejor era echarlo a suertes. Y con tan mala suerte que me tocó a mí.

Dicho y hecho me tiré y empecé a sumergirme cada vez más, y mis compañeros me siguieron. Vi una especie de burbuja gigante en o más profundo del mar. Unas compuertas se abrieron y salieron una especie de hombres pez que se dirigían hacia nosotros con arpones y tridentes en sus manos.

Eran verdes con unas grandes orejas acabadas en punta. Tenían unos grandes colmillos que se le salían de la boca y unos grandes ojos de pez de color amarillo. Iban vestidos con unos trajes de color plateado que les cubría desde el cuello hasta los tobillos.

Por gestos avisé a los demás que se prepararan para enfrentarse a ellos. Empezaron a tirar los arpones. Por suerte los esquivamos todos. Cogí uno mientras que lo esquivaba. Pensé que me podría servir. Los demás hicieron lo mismo. Pero Estela no fue lo suficiente rápida para esquivarlo y le hizo un corte en la pierna. Poco a poco nos acercábamos a ellos.

Cuando por fin estuvimos cara a cara empezó una lucha a vida o muerte. Nosotros estábamos más a la defensiva que a la ofensiva ya que ellos estaban en su territorio y nos podían sorprender. Le clavé el arpón a un hombre pez y en vez de morir, desapareció. Lo que me permitió recuperar mi arpón. Los demás también habían descubierto que desaparecían.

Se me ocurrió una idea. Me puse de tal forma que enfrente de mi se formara una fila india de hombres pez y lancé el arpón con todas mis fuerzas. Tal y como esperaba, los hombres pez iban desapareciendo y el arpón seguía moviéndose. Lo repetí una y otra vez y en poco tiempo ya no quedaba nada.

Nos dimos prisa en llegar a la burbuja y entrar. Pero justo antes de llegar, Estela se desmayó. Entre todos la cogimos y entramos.

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