30 de Umie, año 198

Anoche llegó el barco con la criatura marina, y todos bajamos al embarcadero dispuestos a contemplar el combate. Escarlata andaba nerviosa con su guadaña en la mano y una capa larga con capucha que la cubría por completo. Mientras, un silencio sepulcral se fue apoderando de la escena hasta que lo único que se escuchaba eran los golpes de la guadaña al ir apoyándola en el suelo al compás de sus pasos.

― ¡Que empiece la tercera prueba!-, dijo Yonhas cuando llegamos al oscuro embarcadero.

Escarlata se quedó durante un tiempo observando las calmadas (si no tenemos en cuento el chorro de agua) aguas del lugar en busca de su adversario, aunque no había ni rastro de él. Después, susurró algo y se lanzó decidida al agua, y tras eso sólo pudimos oír lo que pasaba, puesto que la luz de las antorchas no era capaz de atravesar la espera oscuridad de la caverna. Y así fue pasando el tiempo, entre chapoteos, ruidos extraños y movimientos inusuales de agua, pero ni rastro de ninguno de los dos contrincantes.

Cuando empezaban a dolerme los ojos de tanto forzarlos para poder ver algo, se escuchó un grito desgarrador de Escarlata, y acto seguido apareció en nuestro campo de visión siendo zarandeada y arrastrada de un lado a otro por la criatura. Parecía que la bruja estaba teniendo serios problemas para zafarse, y con sólo cruzar una mirada con Aëstin, nos pusimos en tensión a punto de saltar al agua para ayudarla. Yonhas, que se dio cuenta, abrió la boca para mandar que nos impidiesen movernos, pero no llegó a articular palabra alguna.

― ¡Aëstin! ¡Eglomer! ¡Quietos!-, dijo Escarlata mirándonos.- Esta es mi lucha.

Tras eso, volvió a desaparecer en la oscuridad dejándonos al semidragón y a mí clavados en el sitio. Si ella no quería ayuda, por mucho que nos doliese no teníamos ningún derecho a intervenir.

El tiempo se me hizo eterno mientras agudizaba todos mis sentidos en busca de algo que indicase que nuestra amiga seguía viva. Al cabo de lo que a mí me parecieron años, Yonhas alzó la voz para dar por finalizada la prueba y por muerta a la bruja, pero en medio de su discurso se oyó un chapetón muy fuerte y, al girarnos, pudimos ver una enorme cabeza que emergía del agua y se dirigía rápidamente hacia nosotros.

Cundió el pánico. Los piratas se lanzaron hacia la salida del embarcadero entre codazos, patadas, empujones y mordiscos, pero el monstruo se había adelantado a sus movimientos, porque cuando quisieron darse cuenta este les cortó el paso al subirse estrepitosamente a las tablas de madera, dejando a todos sin respiración.

― ¿Vais a alguna parte, miedicas?-, se escuchó una gélida voz detrás de la cabeza.

Acto seguido, apareció Escarlata guadaña en mano, chorreando sangre y la capucha puesta de modo que sólo se podía ver un terrible brillo en sus ojos, y fue entonces cuando vi que lo único que quedaba del monstruo era aquella enorme cabeza. Tras eso, la bruja perdió el conocimiento. Escarlata había ganado el combate, y con esta última escena se ganó el sobrenombre de “Escarlata, la muerte marina”. Y por cierto, tuvimos que llevarla hasta su habitación Aëstin y yo porque los piratas de Yonhas estaban muertos de miedo. Esa imagen de la bruja estoy seguro que no la olvidarán en la vida.

Hoy después de un buen descanso, cuando Escarlata se despertó fuimos todos a su cuarto para que nos explicase qué había pasado en el agua, puesto que no lo pudimos ver.

Tras lanzarse al agua, se apartó lo suficiente del embarcadero para poder encantar su arma sin peligro de ser descubierta (hacerla más ligera, más afilada, más resistente…) y, de paso, aplicarse el hechizo de las branquiorejas a sí misma. Después se zambulló en el agua para buscar a la criatura, pero ésta estaba bien agazapada en la oscuridad de las profundidades, acechando a su presa, observándola.

Escarlata cada cierto tiempo debía subir a la superficie a renovar su hechizo de buceo, y la bestia se dio cuenta de ello, de modo que en una de esas veces se lanzó hacia la bruja antes de que le diese tiempo a llegar a la superficie, la agarró fuertemente con sus enormes mandíbulas y la hundió todo lo que pudo. Pero la bestia no contaba con una guadaña que, misteriosamente, se comportaba de forma inusual debajo del agua, y eso le costó una pequeña parte de su lomo, así como la pérdida de la presa.

La bruja nadó rápidamente hacia la superficie, respirando aliviada al llegar. Sabía que no disponía de mucho tiempo, así que se apresuró a lanzarse el conjuro, pero en monstruo fue más rápido, la enganchó de nuevo, aprisionándole e hiriéndole en una pierna, y la zarandeó sin llegar a sumergirla en el agua. Fue entonces cuando la vimos nosotros e intentamos ayudarla.

Después de dejarnos chafados, pudo finalizar su conjuro antes de ser sumergida de nuevo y lanzada bruscamente contra una de las paredes de la caverna. Con el golpe, Escarlata dejó caer su arma, y acto seguido la bestia se lanzó de nuevo contra ella, pero consiguió esquivar el golpe y nadar para intentar recuperar su guadaña. La criatura, que no estaba dispuesta a dejar que la bruja la recuperase, aprovechando su clara ventaja en el agua nadó hasta situarse de forma que cortó el paso a Escarlata, lanzándose de nuevo a por ella. Ésta, una vez esquivado este nuevo ataque, no tuvo más remedio que alejarse del lugar para salvar la vida, pero con una pierna sangrante al monstruo le resultaba bastante fácil saber dónde se encontraba. Por suerte, la bruja consiguió llegar y subir a una roca que emergía lo suficiente como para quedar lejos de la criatura, y aprovechó el momento para sanarse la herida y reponer un poco las fuerzas. Después cogió una piedra que estaba bañada con su propia sangre y la lanzó todo lo lejos que pudo, de modo que la criatura creyese que se trataba de ella, y después se fue metiendo muy despacio en el agua, procurando no hacer ningún ruido, se sumergió y nadó todo lo rápido que pudo hacia su arma, pero la criatura, dándose cuenta del engaño, nadaba ya detrás de ella con las fauces abiertas. Si Escarlata conseguía llegar antes de ser alcanzada, quizás tuviese ocasión de salvarse; si no, acabaría hecha plancton marino.

¡Y lo consiguió! En el último momento agarró su arma fuertemente con ambas manos, y se giró lanzando un rápido y contundente ataque hacia su adversario que le hizo perder la cabeza (literalmente). Tras eso, y con la ayuda de otro hechizo, llevó la cabeza hasta el embarcadero como prueba de su victoria.

Después de contarnos todo eso, hemos discutido nuestro comportamiento a partir de ahora, pues no podemos olvidar que han intentado matar a Escarlata y, posiblemente, vuelvan a intentarlo. De momento haremos como si no supiésemos nada, y Zippo seguirá infiltrado espiando todo lo que pueda, pero deberemos ser mucho más cautos y no dejar nunca sola a Escarlata. De ahora en adelante, aprovechando que nuestras habitaciones están una a cada lado de la habitación de la bruja, Aëstin y yo nos turnaremos para hacer guardias durante la noche, atentos a cualquier movimiento o ruido extraño.

Ahora, como cada día, me voy a ir a observar las aves antes de entrenar con Aëstin y Escarlata, a ver si consigo algo, y luego iremos a la ya tradicional fiesta en la taberna. La verdad es que no me están sirviendo de nada esas observaciones, ya que sólo he descubierto que las aves no pueden volar con las plumas mojadas, pero si me toca un bicho tan grande como los de mis compañeros (que es lo más probable) o uno sin plumas como Aëstin, no me sirve de nada eso. En fin, suerte que aún tengo tiempo…

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Ánimo com los pajarillos Eglomer.
Lo de Escarlata... BESTIAL! ha sido una batalla increíble!!!!
Enhorawena bruja!

Nemârie dijo...

Si es que... yo no sé qué haríais sin Zippo :P

Bueno, ánimo Eglomer! Tu puedes! ;)