El Misterio del Tesoro Submarino (4)

CAPÍTULO 4
EN OTRO PAÍS, PORTUGAL

El tren era muy rápido y confortable. Como era el último tren y no había nadie más que nosotros, cada uno se puso donde más le apeteció y en ese lugar se tumbó con el fin de descansar o relajarse oyendo música.

Cuando estábamos en nuestro mejor momento (no seas mal pensado, me refiero a cuando estábamos conciliando el sueño) apareció el revisor como una bala. Se notaba que tenía ganas de llegar a su casa y como vimos que estaba cansado y tenía sueño le invitamos a que descansara con nosotros ya que éramos los únicos pasajeros del tren. El revisor, que se llamaba Miguel, nos agradeció la invitación pero no acepto y nos trajo unos refrescos como agradecimiento por nuestra hospitalidad y amabilidad con él.

Poco a poco iba amaneciendo en el tren. Era un viaje largo y nuestros amigos estaban cansados. Cuando todos se durmieron, Miriam y yo nos pusimos en una ventana a contemplar aquel magnífico amanecer con el que nos habíamos encontrado. Las nubes eran doradas como el trigo cuando refleja el sol o como el oro más brillante. Una suave brisa hacía que nuestro pelo se tambaleara lentamente de un lado hacia el otro. Miriam me miró fijamente con sus preciosos ojos verdes.

- Martín-. Me dijo Miriam con una voz dulcísima.

- Dime.

- Te quiero.

Siempre que Miriam me decía eso con esa voz significaba que quería que le dijera una poesía. En esta ocasión elegí una de mis mejores poesías. Me acerqué lentamente a su oreja y se la susurré con todo el amor del mundo. Luego nuestros labios se fundieron en uno como el mar y el aire dando fruto a nuestra pasión. Y lo demás ya es cosa nuestra...

Por fin llegamos a Portugal. Más exactamente a Lisboa. No te puedo hablar de Lisboa porque, a parte de que no vivo allí, durante la hora y cuarto que estuvimos en esta ciudad estuvimos metidos en un restaurante desayunando algo calentito porque estaba cayendo un chaparrón de no te menees que te mojas.

Desayunamos una taza de chocolate caliente con unos panecillos que parecían churros. No puedo decirte cómo se llama esta comida porque no me acuerdo. Solo sé que estaba “de muerte”.

A las diez menos cinco nos metimos en el avión con destino a Madeira donde nos esperaría el amigo de Estela y una gran aventura. El viaje duró diez o quince minutos de nada. Comparado con el viaje en tren nos pareció que solo fueron dos minutos.

2 comentarios:

Nemârie dijo...

Que simpático el revisor =P

Podría haber más revisores de esos simpáticos por el mundo xD.

De repente se me había olvidado la razón de que fueran a Madeira... pero ya he releído para saberlo xD

espero q encuentren su tesoro :3

Besukis!^^

Anónimo dijo...

Q bonito!
q tengo que hacer yo xa q me leas un poema?;)