02 de Umie, año 198

Realmente la Isla Imposible merece su nombre. Esta tarde cuando la divisé de lejos me pareció una isla la mar de normal, pero cuando nos fuimos acercando comprendí el porqué de su nombre. ¡Se trata de una isla sin playas! Escarpados y rocosos acantilados envuelven a dicha isla, además de que está completamente rodeada de piedras, bancos de arena, fuertes corrientes y otros diversos peligros que hacen prácticamente imposible la navegación y, mucho más, el desembarco. Aproximadamente sería una cosa así:


Pero aquellos piratas conocían al dedillo todos aquellos peligros y corrientes, de modo que, aunque de vez en cuando pasábamos rozando alguna de las afiladas rocas, pudimos avanzar sin muchos problemas. Por supuesto, nuestro barco lo dirigía uno de los piratas de Yonhas.

Después de varios giros y curvas, se empezó a oír un fuerte estruendo, y a los pocos segundos vimos un enorme remolino de agua al que nos dirigíamos. ¡Los piratas de Yonhas se habían vuelto locos! Miré a mis compañeros y salimos rápidamente en dirección al timón. No podíamos permitirnos entrar en ese gran remolino o moriríamos.

El pirata del petirrojo se vio súbitamente rodeado por tres personas que, sin saber por qué, se abalanzaban sobre él para quitarle el timón, pero su capitán le había dado unas ordenes muy concretas y el debía cumplirlas si no quería morir (así nos lo dijo), así que nos mantuvo alejados del timón todo el tiempo que pudo. ¡Incluso se quitó su pata de palo para darnos con ella! Al final, cuando por fin conseguimos arrebatarle el control del navío ya era demasiado tarde; habíamos entrado sin remedio en aquella espiral oceánica de muerte y destrucción y aquel maldito pirata parecía estar la mar de contento por ello (y eso que estaba inconsciente). Definitivamente estaban todos locos.

Dado que ya no podíamos hacer nada porque irremediablemente íbamos a ser engullidos por el remolino, Aëstin se sentó a un lado con la impasibilidad que lo caracteriza a esperar lo inevitable, Escarlata salió corriendo asustada hacia el interior del barco y yo seguí intentando cambiar el rumbo del navío, pero la corriente era demasiado fuerte. En unos minutos todos descansaríamos en el fondo del mar eternamente.

El pirata de Yonhas, cuando recobró el conocimiento y vio que estábamos a punto de ser engullidos, gritó algo incomprensible y se metió a toda prisa dentro del barco. Aëstin y yo, temiendo por la vida de Escarlata, entramos detrás de él a toda prisa y fuimos directamente al camarote de la bruja, pero allí sólo la encontramos a ella sumergida en un sinfín de libros. Por lo visto buscaba desesperadamente algún conjuro que pudiese salvarnos. Pero si ella estaba allí y el pirata no, ¿dónde se había metido?

Como tampoco importaba mucho, volvimos a salir a cubierta para contemplar el grandioso y terrorífico espectáculo que nos rodeaba. Dando vueltas y más vueltas, cada vez más rápido y allí, en lo más profundo del mar, la oscuridad absoluta. Me despedí de la vida una vez más (¿cuántas veces he estado a punto de morir desde que empecé esta aventura?) y me dispuse a coger todo el aire posible para alargarla aunque fuesen unos minutos más cuando Escarlata salió a cubierta, alzó las manos y pronunció unas palabras que no llegamos a oír mientras el mar con toda su grandeza cayó sobre nosotros.

Sentí una gran fuerza que tiraba tanto de mí como del barco, alcanzando una velocidad de vértigo. Vi a Escarlata asustada nadando desesperadamente. Pobrecilla, seguramente se estuviese ahogando y, aunque no pudiese hacer nada para remediarlo, por lo menos intentaría pasarle un poco de mi oxígeno. Nadé con todas mis fuerzas tratando de acercarme a ella y tras varios intentos fallidos, al final conseguí cogerla de la mano, le giré la cara y me dispuse a pasarle el oxigeno. Ella, creyéndose lo que no era me dio un codazo en las costillas y se alejó de mí, dejándome completamente desconcertado. Y fue entonces cuando me di cuenta. ¡Podía respirar debajo del agua! Pero, ¿cómo? La respuesta la encontré detrás de las orejas.

Escarlata, un momento antes de sumergirnos, nos dotó a todos de unas branquias como las de los peces, lo cual nos permitía movernos con libertad bajo el agua mientras boqueábamos sin parar como tontos y mientras nuestras orejas no paraban de moverse hacia adelante y hacia atrás. Desde luego, cualquiera que nos viese se echaría a reír y tendría como para un mes. Pero lo que no me cuadraba era que si podíamos respirar bajo el agua, ¿por qué nadaba tan desesperadamente Escarlata? No tardé mucho tiempo en averiguarlo.

Al poco tiempo de estar nadando completamente a oscuras (o mejor dicho de estar siendo arrastrado) y no encontrar a nadie, noté que cada vez me costaba más respirar. ¡El efecto del hechizo tenía límite! ¿Cómo no me había dado cuenta antes? “¡Estúpido!”, me dije a mí mismo, y empecé a nadar con todas mis fuerzas hacia delante. Realmente no sé por qué lo hacía. A fin de cuentas, las posibilidades de que hubiese alguna salida eran nulas dada la profundidad a la que nos encontrábamos, pero cuando uno lucha por su vida no piensa en esas cosas, sólo piensa en sobrevivir.

Con la falta de oxigeno, apenas me di cuenta de que la corriente había comenzado a ser ligeramente ascendente. Yo sólo nadaba y nadaba y nadaba, desesperadamente, pues hacía ya un par de minutos que se había acabado el efecto del hechizo. De pronto vi una pequeña luz a lo lejos. ¡Había una salida! No me lo pensé dos veces e intenté nadar más rápido todavía. ¡Un poco más y lo conseguiría!

Y lo conseguí. Cómo un cañón lanza su pesada munición, aquella corriente me lanzó por los aires en un espectacular vuelo que acabó aterrizando sobre la dura madera del barco de Yonhas.

― Vaya, vaya. ¿Qué tenemos aquí? ¡Si es un pescadito!-, dijo una voz a mi lado.

Levanté la cabeza mientras echaba tosiendo el agua que había entrado en mis pulmones, sustituyéndola por oxigeno y vi al petirrojo completamente seco mirándome con cara burlona mientras el resto de su tripulación se reía a carcajadas.

Nos encontrábamos en una enorme caverna que formaba una especie de lago natural debido al agua que entraba a través del remolino. En un extremo de la caverna estaba aquel potente y grandioso chorro de agua que nos había lanzado a todos hacia en interior de la Isla Imposible, y en el otro extremo se encontraba ni más ni menos que un puerto hacia el cual nos dirigíamos para atracar nuestros respectivos navíos. En definitiva, aquella cueva debería ser algo así:


Aëstin y Escarlata estaban bien también, aunque Escarlata me miraba de una forma muy rara y, cuando me acerqué a ellos una vez desembarcamos, ella dijo que si lo que pretendía era volver a intentar besarla que ya me podía ir olvidando si no quería convertirme en rana, y por mucho que intenté explicarle lo que de verdad había pasado, ella no quiso oírme y retrocedía dos pasos por cada uno que yo me acercaba a ella. Al final me di por vencido. “Ya se lo explicaré más tarde”, pensé.

Yonhas y su tripulación nos condujeron a la superficie de la isla a lo largo de largos y tortuosos senderos escavados en la roca mientras nos iban explicando que, por lo que ellos sabían, el remolino de agua está conectado a la cueva mediante un amplísimo túnel sumergido por el cual habíamos entrado, y que durante seis días aproximadamente aquel remolino mete agua en la isla como si se tratase de una botella hasta que, el séptimo día la presión del agua es tal que es capaz de convertir aquella entrada de agua en una salida. Es entonces cuando hay que aprovechar para salir, ya que si no deberías quedarte otros seis días hasta que la cantidad de agua aumentase.

Personalmente, me tiemblan las piernas sólo de pensar en que tenemos que volver a pasar por ese calvario para salir de la isla con lo reciente que tengo el casi ahogo que he sufrido hoy, aunque según Yonhas lo único que debemos procurar es permanecer en el interior del barco con las puertas y ventanas bien cerradas. Aún así, espero que tardemos en salir de aquí.

Una vez estuve desorientado de tantas vueltas que dimos entre los miles de pasadizos que tenía la isla en su interior, llegamos a la superficie, y para mi sorpresa aparecimos dentro de una casa. Y cuando salimos de la pequeña casa en la que estábamos me vi rodeado de más y más edificios. ¡Estábamos en un pueblo! Me parecía completamente irracional el que hubiese algún resquicio de civilización en este pedrusco gigante abandonado en medio del mar. Aunque si lo piensas razonadamente, ¿cómo va a tener un pirata una sede sin casas?

Alguien de la tripulación del petirrojo silbó, y de todas las puertas y ventanas aparecieron decenas de personas que salieron raudos a recibir a su capitán, que regresaba a casa tras varias semanas lejos de ellas. Y esta misma noche celebraremos una gran fiesta en la taverna del puerto, que es el edificio más grande del pueblo (nada raro si tenemos en cuenta que debe albergar a más de un centenar de personas). ¡Qué nervios! ¡Mi primera fiesta pirata! ¿Cómo será?

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ey! esa isla es muxo + extraña de lo que podía imaginar! Jajajja, suerte con Escarlata, a ver si nos acabas saliendo rana:P
Espero q la fiesta no te decepcione^^
Ánimo con la continuación!
KEREMOS +....:p

Malfuin dijo...

Vaya, la corteza terreste de ese mundo está llena de peculiaridades O.o ¡Me encanta! :D

Y bueno, con lo de Escarlata me he reido, lo siento pero me hace gracia xDDD

Definitivamente un capitulo muy entretenido ^^ Saludos :3

Nemârie dijo...

Escarlata... escarlata... debo aprenderme su nombre y dejar de cambiárselo... xD.

Muy curiosa la forma de entrar en la isla... pero que para salir traguen menos agua! xD