42 de Aile, año 198

Han pasado ya casi 3 días desde que escribí por última vez, y en todo este tiempo han pasado muchísimas cosas. A ver, lo tomaré desde donde lo dejé, el día antes de la exploración de la cima de la montaña y del misterioso tesoro.

Después de pasar el día metidos en la cueva preparando armas y demás utensilios por lo que pudiese pasar, al caer la noche Zippo y yo nos dirigimos hacia la cima de la montaña, donde aquella intensa luz verdosa iluminaba toda la explanada. Muy cautelosamente nos fuimos acercando hacia la estructura de la cual provenía la luz, pasito a pasito, atentos en todo momento a cualquier ruido que delatase la presencia del guardián. Aquella estructura resultó ser un pequeño y hermoso templo que consistía en cuatro columnas de color rojizo que sostenían un liviano tejado de color verdoso, cuyos extremos estaban remirados hacia el cielo. Y en medio de ese templo, aquella luz que me llamaba incesantemente.

Me encontraba ya muy cerca de dicha luz cuando Zippo empezó a ponerse muy nervioso. No paraba de moverse de un lado a otro. Intenté tranquilizarlo, pero en vez de eso conseguía inquietarlo todavía más. Entre tanto movimiento se detuvo de pronto, quedándose muy muy quieto. Fue entonces cuando sentí una presencia detrás de mí, y se me erizaron los pelos de la nuca. Muy lentamente y conteniendo la respiración me di la vuelta y… … … nada. No había nada. Respiré aliviado y empecé a girar de nuevo la cabeza buscando a Zippo cuando escuché una gélida voz que me llamaba. “Eglomer… Eglomer…”, decía. Mi corazón se detuvo y un intenso frío se apoderó de mi estómago. Temblando, conseguí darme la vuelta mientras mi mano intentaba sin éxito acertar a empuñar la espada de madera que había tallado el día anterior, y mis ojos buscaban la compañía de Zippo (sí, el miedo cuando se comparte parece menor), pero el bichejo ya no estaba.

En un primer momento creí que todo habían sido imaginaciones mías, pues no veía nada. Pero tras un primer tanteo a la oscuridad de la noche, más allá del radio de la luz verdosa, los vi. Dos pequeños puntitos verdes, muy brillantes. Tan pequeños vi aquellos ojos que pensé que se trataría de un pequeño ser, y en un arranque de valentía e insensatez conseguí desenvainar mi espada de madera toscamente tallada, y grité: “¡¿Quién eres?! ¡Sal y da la cara!”. ¡Y ya lo creo que si la dio! Tras unos segundos de silencio, se oyeron unos toscos sonidos parecidos a una risa, y en un abrir y cerrar de ojos me vi frente a un enorme dragón verde con el cuerpo lleno de escamas brillantes del tamaño de mi puño, tres inmensos cuernos en la sien, dos enormes alas membranosas que se plegaban en su lomo y unos pequeños ojos verdes en los que relucía un misterioso brillo que juraría que reflejaba emoción.

He de reconocerlo… me meé encima… Con los ojos completamente desorbitados y la mandíbula desencajada, observé atónito como aquella inmensa criatura se acercaba lentamente hacia mí sin que yo pudiese hacer nada por evitarlo. Intenté gritar, pero la voz no me salía (además, ¿quién iba a oírme en una isla desierta?); intenté correr, pero mis piernas no me respondían; intenté recurrir a los artilugios diseñados para la ocasión, pero no hubo manera. Estaba completamente inmóvil y el dragón se acercaba cada vez más y más, hasta que su enorme cabeza estuvo situada a apenas un palmo de la mía. “Por las barbas de Poseidón…”. Fue mi reacción ante tal fenómeno.

El dragón abrió su boca, mostrándome una interminable hilera de grandes y afilados dientes. Era obvio que me iba a comer, al igual que se comió a la tripulación del Capitán Balrogh. Entonces fue cuando conseguí reaccionar y lancé al dragón una rapidísima estocada dirigida a las fauces del mismo, pero si le hizo daño nunca lo llegó a expresar. Visto el fracaso de mi ataque sorpresa hice lo que cualquier pirata hubiese hecho, así que le lancé la espada a la cara, me di media vuelta y empecé a correr todo lo que pude. Se que no fue un acto muy valiente por mi parte, pero ¿qué otra posibilidad tenia? ¿Luchar?

Pese a todo, cuando me quise dar cuenta ya estaba tumbado boca arriba y tenía las garras delanteras del dragón presionándome fuertemente el pecho.

— Tranquilo, muchacho. No voy a comerte… aún. Antes me gustaría hacerte unas cuantas preguntas-. Me dijo el dragón mientras me atufaba con su horrible aliento.- ¿Sabes? Eres el primer humano que consigue llegar hasta aquí. Deberías sentirte orgulloso. Pero desgraciadamente para ti, este es un lugar sagrado donde tipejos como tú no estáis invitados, y es por eso que debo acabar con tu vida, puesto que ese es mi deber como guardián de esta isla. Pero antes dime, ¿cómo conseguiste atravesar la barrera de viento?

Como podréis imaginar, yo me quedé callado como un muerto.

— No quieres hablar, ¿eh? A ver si esto te anima a hablar-. Dijo mientras una afilada garra se iba acercando lentamente hacia mi pescuezo.- Vamos, dime cómo conseguiste atravesar la barrera o tendré que empezar a torturarte.

Al ver que yo continuaba mudo, acercó todavía más su garra y sin querer me tocó el hombro, justo donde había preparado una especie de tirachinas, de modo que el proyectil salió disparado cumpliendo con su función y le dio en todo el ojo a la bestia. Esta, al verse herida, me liberó involuntariamente mientras rugía de dolor, así que yo aproveché para salir nuevamente corriendo, pero me tropecé con mi espada y no pude llegar demasiado lejos. Y lo peor de todo es que había cabreado al dragón… no creo que ninguno de vosotros quisiese cambiarse por mí. Así que, aceptando mi muerte, decidí por lo menos inflingirle el máximo daño posible al animal para que nunca se olvidase de mí.

Me puse de pie con la ayuda de la espada y esperé a que el dragón viniese a por mí. Ya no había miedo, ni temblores, ni bloqueos… sólo el dragón, mi espada y yo. Vi como aquella gran mole se lanzaba hacia mi con las fauces abiertas, pero conseguí esquivar el golpe y con la espada le di en el costado izquierdo (por supuesto no le hice nada). A continuación esquivé toda una serie de golpes que realizó con su cola a modo de látigo. En uno de ellos, me aferré a ella y salí disparado hacia el cielo, cayendo en el lomo del animal. Éste, enfurecido, intentó hacerme caer con una serie de movimientos muy violentos, y al no conseguirlo desplegó las alas y alzó el vuelo, realizando giros y volteretas que más de una vez estuvieron a punto de hacerme caer. Al final, decidió lanzarse en picado hacia el suelo para aterrizar de espaldas, con mi consecuente muerte, pero conseguí echarme a un lado justo antes del impacto.

Rodé y rodé por el suelo, y creo que fue ahí donde me rompí un par de costillas, aunque en ese momento yo no lo noté. Me levanté despacio, dolorido y casi sin fuerzas. Había sido un aterrizaje muy violento para mi cuerpo.

El dragón también había sufrido las consecuencias de su decisión. Tenía una pequeña rasgadura en una de las alas, se le habían desprendido unas cuantas escamas del lomo y tenia una pata ensangrentada.

Nos miramos unos segundos más, mientras recuperábamos el aliento, y nos lanzamos el uno contra el otro. Yo activé dos más de mis proyectiles, y uno de ellos le dio de pleno en la herida de la pierna. Me entusiasmé tanto que no vi su cola y me golpeó, lanzándome por los aires durante unos metros, pero no tuve tiempo para quejarme del dolor, pues tuve que seguir esquivando su cola e intentando dañarle con mi espada. Le golpeaba una y otra vez, pero sus duras escamas siempre retenían mi espada, de modo que no le causaba ningún dolor. Estaba claro que no podría aguantar mucho más tiempo así, puesto que las fuerzas ya me empezaban a flaquear. Y lo peor de todo es que la continua amenaza de su cola requería toda mi atención. Esa escamosa cola que no paraba de subir y bajar, resplandeciendo con el brillo del tesoro… ¡Eso era! ¡La cola! La cola tenía escamas, sí, ¡pero sólo tenia escamas por tres de sus cuatro lados! ¡Y si la parte baja de la cola estaba desprotegida, seguramente el vientre del dragón también lo estuviese!

No lo pensé dos veces. Aprovechando que esquivaba uno de sus ataques, me escabullí rodando debajo del dragón y ataqué con todas mis fuerzas a su vientre. La verdad es que no esperaba que la piel estuviese tan dura, o tal vez es que mis fuerzas en aquel momento habían menguado demasiado, pero el caso es que tras realizar un esfuerzo tremendo conseguí traspasar aquella coraza natural y hendir mi espada en su carne. El dragón rugió de dolor y levantó el vuelo rompiendo mi espada ensangrentada y me lanzó una tremenda llamarada que pude esquivar por los pelos. Nunca antes vi algo tan aterrador, pero en aquel momento no sentí miedo.

De nuevo, mi rival y yo nos quedamos observándonos mutuamente. Quedaba patente que el combate se había alargado demasiado, puesto que ambos estábamos heridos y al límite de nuestras fuerzas, y posiblemente aquel fuese nuestro último ataque. Fue entonces cuando empecé a notarlo. Una suave brisa me golpeaba en la cara, y en la espalda, y en todas partes. Notaba como fluía sobre mi, o mejor dicho, como fluía en mí. Era una sensación muy extraña y a la vez muy agradable. Notaba como me reconfortaba, pero sobretodo notaba cómo me iba llenando por dentro.

Por lo visto, el dragón también se dio cuenta, y se lanzó en un ataque suicida con las fauces abiertas y las garras dirigidas hacia mí. Yo… bueno, realmente yo no sé muy bien lo que pasó. Recuerdo que cogí lo que quedaba de mi espada con las dos manos, y dar un mandoble cuando tuve al dragón encima, y también recuerdo notar la calidez de la sangre de mi oponente bañándome el rostro mientras notaba un intenso dolor en el hombro. Después perdí el conocimiento (parece que esa es mi especialidad…).

Desperté minutos después con un súbito temblor y me incorporé con la ayuda de mi espada. Pero inexplicablemente aquella no era mi espada. ¡Mi trozo de madera se había convertido en una flamante y espectacular espada de metal! Aún confuso, di un par de pasos y otro temblor hizo que me tambalease y cayese de bruces. Entonces fue cuando vi a un hombre en el suelo completamente desnudo y herido. Me acerqué mientras se sucedían ligeros temblores.

Cuando llegué hasta él, abrió los ojos, y me fulminó con la mirada.

— Maldito humano… me has derrotado…-. Me dijo.

¡No podía creerlo! ¡El dragón se había convertido en un humano!

— Por alguna extraña razón, te ha elegido a ti… Deberías darte prisa y escapar de aquí… antes de… antes de que… la isla se derrumbe…

Después de decirme esto, perdió la consciencia. ¿De verdad se iba a derrumbar la isla? Una fuerte sacudida me lo confirmó. Pero, ¿hacia dónde huir cuando te encuentras a cientos de metros por encima del mar?

De pronto, un ligero movimiento me llamó la atención. ¡Era Zippo! Estaba dando botecitos, llamando mi atención, y extrañamente pude entender lo que quería decirme. Quería que le siguiese, y pronto, de modo que empecé a correr hacia donde estaba él, pero a mitad de camino di media vuelta y volví junto al dragón-humano. “Puede que te arrepientas de esto, Eglomer”, pensé, pero aún así me aseguré la espada al pantalón, me cargué a caballito al dragón y salí corriendo detrás de Zippo, que ya se había puesto en marcha. Por muy malvado que fuese, no podía dejar morir así a un hombre.

A tientas, fui siguiendo a Zippo colina abajo mientras los temblores aumentaban su intensidad. Después de estar bajando durante unos minutos, nos metimos dentro de una gran cueva, y en el fondo de esta pude ver aquel brillo color turquesa que vi en la casa del guardián, solo que esta vez no se trataba del mismo lugar.

Al entrar en aquella estancia me quedé de piedra. Allí, dentro de una cueva en una montaña ¡había un barco! Y no solo eso. ¡Estaba flotando en agua! Por lo visto, hasta allí subía el agua del mar por un gran túnel oscuro (mis predicciones sobre la creación del mar artificial de la isla habían resultado ser correctas) y desde allí se distribuía al resto de la isla por pequeños orificios tapados con redes donde quedaban atrapados los peces. Pero lo que más me sorprendió fue comprobar cómo aquella estancia, al igual que la casa del guardián, utilizaba el agua del mar para iluminar el interior de las cuevas a través de una continua reflexión de la luz solar. Por desgracia, no pude observar mucho más, ya que un gran temblor me recordó que debíamos salir de allí cuanto antes.

Subí al pequeño barco y dejé al hombre-dragón en la cubierta, y acto seguido solté amarras, recogí el ancla y tomé el timón para dirigir el barco hacia el túnel por el que ascendía el agua. Las fuertes corrientes que había allí ejercían muchísima fuerza sobre el barco, de modo que apenas conseguía controlar la dirección. Además, como la corriente del agua era ascendente, el barco apenas avanzaba hacia delante. A ese paso no conseguiríamos nunca salir a tiempo de allí.

Otro fuerte temblor sacudió la isla, y parte del techo se nos vino encima y el timón quedó dañado, de modo que ya no pude controlar el barco. Quedamos pues al amparo de las corrientes del lugar. Fuimos lanzados contra una de las paredes, y acto seguido contra otra antes de que el barco empezase a dar vueltas sobre sí mismo como un loco al quedar atrapado en un enorme remolino. Otro temblor todavía más gordo tiró abajo otra parte del techo, pero esta vez tuvimos más suerte y no nos alcanzó. Y además, la ola que provocó el derrumbamiento nos hizo salir del remolino y nos dirigimos hacia el interior de la cueva. El barco comenzó a ganar velocidad y aquel llano lago se convirtió de pronto en un empinado tobogán por el cual bajábamos a toda velocidad. Mientras, oí como la montaña entera se desquebrajaba y se venía abajo justo detrás de nosotros. Los cascotes caían sobre nuestras cabezas y un atronador ruido anunciaba la gran avalancha de tierra y rocas que se nos venía encima. Pasaron apenas unos segundos hasta que, a parte de oírla, pudimos verla, pero por suerte para nosotros allí abajo, a lo lejos, ya se vislumbraban los primeros rayos del Sol.

La verdad, nos vino muy justo. Nada más salir lanzados a mar abierto, la isla entera se sumergió con estrépito en el mar creando una gran ola que a punto estuvo de hacernos volcar. Después de recobrar el equilibrio encontré al hombre-dragón tirado en un rincón. Por lo visto todavía no había recobrado la consciencia. Le levanté y entré en el interior del barco, y, tras curarle sus heridas y ponerle unos vendajes, lo dejé descansando en el primer camarote que vi, donde Zippo se preparaba para dormir plácidamente en un rincón. Después me ocupé de mis heridas, aunque sorprendentemente estas habían mejorado enormemente, y, para variar, caí inconsciente (o dormido, no sabría decirlo) encima de la mesa en la que estaba.

Desperté ya bien entrada la noche, cogí uno de los peces de mi bolsa y me lo comí de un tirón. Acto seguido fui a comprobar el estado del dragón y ahora mismo aquí estoy, escribiendo como un poseso mis aventuras para que no se me olvide ningún detalle. De momento me voy a ir a otro camarote a reposar mis heridas, que aunque estén medianamente bien, siguen doliendo, y más teniendo en cuenta que he dormido con la esquina de la mesa clavada en las costillas. Sólo espero que el mar no nos lance contra ningún banco de arena ni ningún acantilado, y que si se despierta el hombre-dragón, no le dé por venir a buscar venganza… … … Decidido. Antes de irme a descansar, buscaré los calabozos y lo encerraré en uno de ellos. Puede que sea un poco cruel, pero en este mundo tan peligroso se debe andar con mil ojos.

6 comentarios:

Eglomer dijo...

Por fín el desenlace de esta primera aventura! Espero que la hayáis disfrutado tanto como yo ;-)

Anónimo dijo...

SÍIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII!
ha sido una aventura genial!
SUPER INTRIGANTE , ATREVIDA Y CON GRACIA!
ME PARECE INCREÍBLE QUE SALVASES AL DRAGÓN (EX-DRAGÓN) DESPUÉS DE TODO, PERO MÁS INCREIBLE ME PARECE QUE YO ME LEA TAN AGUSTO UNA NARRACIÓN ASÍ DE LARGA, ERES MI HÉROE!
MI MÁS SINCERA ENHORABUENA EGLOMER!
CUIDA DE QUE NO SE VAYA PELUSIN,ME ENCANTA ESA PELOTA VERDE!!^^
Y EGLOMER! ..... WE ARE WITH YOU!
ÁNIMO CON LA SIGUIENTE AVENTURA, SEGURO QUE TAMBIÉN ES GENIAL!

Anónimo dijo...

Que entretenida y emocionante esta aventura asi que a por la proxima que tengo ya ganas de otra jeje

Eglomer dijo...

Muchas gracias, Kudasaru :$ Me alegro de que leas tan agusto lo que escribo :D

jeje, pues no vas a atener que esperar mucho, Miri, ya que las aventuras del pirata Eglomer no han hecho más que empezar ^^

Un saludo y gracias!

Nemârie dijo...

Hola!!!!

Sí, lo se, he tardado media vida en leerlo... y... sí, lo se, había dicho que lo leería antes y...

Weno, voy a continuar leyendo, vale?^^

Como comentario decir que... oye! para ser tan patoso y pasarte la vida inconsciente te salen bien las cosas... es suerte eso? :P

Besukis!^^

Àngela.

Anónimo dijo...

JOAN
Que emocionante me he quedado de piedra como Eglomer al ver el dragon .
En este capitulo te has lucido lo has hecho perfekto, emocinate y con ganas de leer mas .
Que no se te olvide Zippo en las otras historias es el mas mono que he visto en mi vida.
I el dragon espektacular espero que no se coma a Eglomer seria una desgracia ja que no podria leer su diario.
I tambien espero que en las progsimas aventuras Eglomer no sufra tanto..... el pobre esta agotado de tanto dolor y poco comer .
Tambien me gustaria que sigieras il·lustrando tus historias asi es mas facil de imaginar.
I que vuelva a aparecer Cid que lo pusiste al principio y ya no sabemos nada de el.
M'ENCANTA TU SAGAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA.
Es muy chula quiero leer mucho mas asi que a por la proxima edicion que espero que sea igual de emocionante y bonita.
De tu nuevo y pequeñoamigo.